Las llegadas tarde el mismo miércoles, el olor de un perfume dulce y un distanciamiento íntimo poco frecuente en él, hizo que sospechara de otra mujer. Definitivamente la infidelidad no se ve, se siente. Mi esposo cambio conmigo en todas las actividades del hogar. Incluso su estado de ánimo era de enfado. Nada le gustaba.

En el colectivo, sentada y un poco abatida por el cansancio del trabajo, pensaba que definitivamente íba a quedarme con las ganas de mi primer trio Hombre – Mujer- Hombre (HMH). Incluso pensé en eliminar mi cuenta virtual de aquel club donde puedes contactar a otras personas como tú, que desean cumplir una fantasía. Esa noche un hombre del grupo que parecía musculoso, bien dotado y hasta bastante atractivo, me escribió por chat.

Cuando quería vivir nuevas experiencias en mi vida, decidí participar en un grupo de Facebook que se llama Encuentros Swinger. Empecé a mirar la imagen de los participantes para enviar un mensaje por inbox. Un hombre me llamo la atención, parecía alto, con gafas oscuras y tenía una foto casual. Le escribí y luego intercambiamos fotos.

A través de Tinder empecé a hablar con un hombre de unos 20 años. Era una fantasía que me corría mentalmente, “comerme a un muchacho joven y vigoroso”. Andrés era delgado, con piel trigueña, labios carnudos y de cabello castaño.