Las llegadas tarde el mismo miércoles, el olor de un perfume dulce y un distanciamiento íntimo poco frecuente en él, hizo que sospechara de otra mujer. Definitivamente la infidelidad no se ve, se siente. Mi esposo cambio conmigo en todas las actividades del hogar. Incluso su estado de ánimo era de enfado. Nada le gustaba.
Un día, cansada de la situación, decidí seguirlo a la universidad. Mi hermano me acompañó a saber la verdad. Por lo general entraba a las 6:00 p.m. y salía a las 10:00 p.m. Nosotros estábamos escondidos entre unos árboles, mirando a todos lo que salían por la portería. Para mi sorpresa, cruzó la puerta a eso de las 8:00 p.m. con una mujer de cabello rubio, tacones altos y lindo escote. La abrazaba cariñosamente, le besaba aquí y allá.
En ese instante me contuve de golpearlo. Me hervía la sangre. Lo quería matar. Con mi celular le tome un par de fotos. La dichosa pareja, le hizo la parada a un taxi y nosotros con mi hermano, nos subimos a mi carro. Los seguimos en el vehículo hasta que entraron a un motel de lujo. No logré contener las lágrimas. Todo lo que habíamos construido durante años se fue al piso, por una noche, por un rato de sexo.
Mi hermano que presenció todo, me decía que era tiempo de un divorcio. Mi marido llego al apto como a las 11:30 p.m. sin hacer ruido. Yo lo esperé al lado de las escaleras con un par de maletas y su ropa empacada en ellas. Luego las tiré a sus pies.
Le dije: Lo sé todo. Tienes a una amante. ¡Desgraciado!
Diego: ¡No amor! Para nada. Llegué tarde porque me quedé estudiando con unos compañeros.
Con ironía, respondí: ¿Desde cuándo se hacen trabajos para la universidad en el motel? Infeliz. Te largas de mi casa. ¡Ya!
Con rabia le mostré la foto del celular. Cogí unos huevos de la mesa y se los lancé.Diego: No sé qué te pasa. Otra vez haciéndose videos. Jajaja.
Ahora que ha pasado un año desde que nos separamos, me alegro de haber dejado a mi ex -esposo literalmente en la calle y sin un peso.